Entonces cae el sol y de
repente me siento feliz. Me acorrala la oscuridad, pero me siento segura... No
me da miedo. Desde pequeña he aprendido a amar a la oscuridad, pues siempre
cierro los ojos y ahí está, muy clara y oscura. Aún no comprendo cómo es que
otros pueden temerle tanto, si vive dentro de ellos. ¿Será que no se conocen a sí mismos? ¿Será que no saben
que no existe un abismo más oscuro que su propio interior? ¿Será que no lo
saben? Desde niños el mundo nos inculca que el negro es el color de la
tragedia, de la tristeza, de los días de luto... pero, ¿Qué no es el color del
cielo en la noche? Sino fuera por ese color, las estrellas no podrían brillar
tanto, ni la luna sería tan especial. La noche parece muchas veces ser más
brillante que el día, y más cuando tus sentimientos van acorde al color. La
noche se ha convertido en mi tiempo favorito, las estrellas mi espectáculo favorito
y la luna mi mejor compañía. Soy feliz gracias a la oscuridad, que aunque
parece ser donde se oculta el vacío, es donde se encuentra el amor y el
entendimiento un poco escondidos. Se escapan ambos conmigo cada vez que
respiro, porque son ellos quienes me mantienen consciente, quienes me mantienen
viva.
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