Tú fuiste puro tormento. Así
que no te atrevas a decir que nunca quisiste herirme, porque el daño estuvo
hecho desde la primera vez que me miraste con esos ojos canela. Rompiste mi
alma en el momento en el que conoció la tuya, y no me di cuenta pues apenas podía
pensar ante tu presencia. Al momento de marcharte no me rompiste, me mataste...
pues ya yo estaba rota hacia un rato. Te llevaste lo que quedaba de mis
esperanzas y las tomaste a tu favor... Yo te lo permití porque a fin de cuentas
tú las necesitabas más que yo. Yo te amé aun cuando contigo solo era cuerpo en
pena. Así que no me digas que tú nunca quisiste herirme... Si nunca hubieras
querido hacerme daño, nunca hubieras entrado en mi vida, pues tu muy bien
sabias que lo nuestro era únicamente imposible.
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